Perspectiva por Marcos Pineda
La siguiente ocasión que tenga la oportunidad de plantear un tema de discusión, ya sea en un panel o en un Congreso de Ciencia Política, con el objeto del perfeccionamiento de las técnicas estadísticas, propondré el estudio del caso mexicano, con respecto a la garantía de anonimización de las bases de datos en las encuestas prelectorales.
A continuación, explico el concepto y su relevancia.
No sólo para los estudios demoscópicos en materia electoral, sino también los de cualquier otra índole, las bases de datos obtenidas en las entrevistas que se llevan a cabo para levantar encuestas deben procurar que no se expongan datos personales de los entrevistados que permitan su precisa identificación.
En concreto, las entrevistas deben ser anónimas. Y cuando, en el proceso de realización de las entrevistas se recopilan datos de tipo personal que pudieran ser utilizados para la identificación de los entrevistados, éstos deben eliminarse de las bases de datos. Es decir, las bases deben anonimizarse. Es una cuestión ética, legal y, sobre todo, deontológica, pues es deber del profesional, si de verdad se considera como tal y no es uno más de esos que se prestan a falsear resultados y llevar a cabo campañas sucias.
La cuestión es que, en México, que bien pudiera ser considerado el país de las desconfianzas en materia político-electoral, esas desconfianzas se han convertido, en múltiples ocasiones, en sesgos, que al final de cuentas no permiten reflejar la fiel fotografía del momento, que deberían ser los resultados de las encuestas electorales.
En otras palabras, las desconfianzas y los miedos que tienen ciertos sectores de la sociedad, particularmente las clases medias, podrían haberse estado trasladando y contaminando los ejercicios estadísticos. Por eso, diseñar técnicas que nos permitan reducir los sesgos o al menos poderlos calcular con un grado suficiente de certeza, es un tema relevante. De otra manera, seguirá habiendo resultados de encuestas prelectorales que sorprendan y contrasten con lo que veamos ya en las votaciones.
Le pongo un ejemplo actual de cómo ha influido el actuar de los partidos políticos en esta desconfianza. Ciertos seguidores de las corcholatas presidenciales de Morena, miembros de sus equipos de campaña, acompañaron el proceso de levantamiento de las entrevistas. Sin embargo, no cumplieron con ser únicamente observadores. Han sido señalados por tratar de incidir, por adelantarse a los grupos de encuestadores en las rutas por donde pasarían, para promover y tratar de asegurar el voto para su corcholata preferida. Algo que no es nuevo, así lo hacía el PRI. Nada más lo copiaron, o son los mismos, sólo que antes eran priistas y ahora son de Morena.
Puede usted darse cuenta, que aun cuando logren su objetivo de arrimar preferencias, al ciudadano encuestado, le generan dudas y desconfianza, más todavía cuando lanzan amenazas veladas de que si no votan por éste o por aquél, podrían verse afectados en sus programas sociales.
Podríamos comenzar por una propuesta. Que dejen los partidos y los aspirantes de estar metiéndose en la realización de las encuestas. Tienen todo el derecho de contratarlas, pero no de interferir. Y, a la vez, que se utilicen las técnicas de recopilación de evidencia empírica que sustente los resultados, pero al margen de representantes partidarios. Ellos que estén en lo suyo. No permitirles que hagan su cochinero.
Y para iniciados:
Ulises Bravo Molina, delegado en funciones de presidente del partido político, Morena, sigue muy molesto por no haber logrado que diputadas y diputados regresaran al redil que él pretende controlar. Tampoco pudo tener influencia en la conformación de la Mesa Directiva ni en la Junta Política del Congreso Local. Hubo hasta quienes se le escondieron, pues temían reacciones violentas de su parte, como las que ya han trascendido. Pasado el resultado de la encuesta nacional de Morena, tendrá que ir a entregar cuentas al Comité Nacional y no podrá más que esgrimir excusas y acusaciones.
La información es PODER!!!