La formación del sistema político mexicano, tal como lo conocemos hoy, está íntimamente relacionada con la historia del Partido Revolucionario Institucional y la de sus partidos opositores. Quedó tan marcada y sellada la componenda entre las cúpulas políticas para hacerse primero del poder y, luego, al paso de los sexenios y las crisis, para repartirlo y mantenerlo, que ni los intentos más audaces por modificarlo han tenido éxito.
En una primera etapa, el Partido Nacional Revolucionario, luego llamado de la Revolución Mexicana y, finalmente PRI,tuvo, entre otros objetivos del Maximato callista, poner fin a la convulsa situación y enfrentamientos regionales, haciendo de todos los pequeños partidos uno solo, con una dirigencia unificada y centralizada.
Desde entonces, las decisiones cupulares dominaron en el sistema, donde la voz del presidente de la República en turno tenía preminencia, explícita o implícitamente. Funcionó muy bien durante décadas. Sin embargo, las críticas dentro y fuera del país sobre el retraso en una transición a la democracia se fueron agudizando, sexenio tras sexenio.
Las formas políticas se fueron sustentando, renovando y, sobre todo, justificando la permanencia del PRI en el poder presidencial, con base en una legislación que aparentemente evolucionaba rumbo a la democracia, producto de las exigencias de los partidos opositores a contar con condiciones de equidad en la competencia electoral.
A los partidos, algo similar les pasó. La evolución de la legislación aplicable a los procesos electorales también alcanzó a la vida interna de los institutos políticos con registro y reconocimiento oficial, obligándolos a través de la norma electoral a incorporar mecanismos democráticos para su operación cotidiana y en la selección de sus candidatos a puestos de elección popular. Los que ellos quisieran y acordaran en lo interno, pero que fueran democráticos y equitativos.
Así como el sistema simuló que había cada vez más democracia, los partidos hicieron lo mismo, adaptándose a las normas, pero, en ambos casos, por eso afirmo que se simuló, encontraron las maneras de mantener vigentes las decisiones cupulares, los acuerdos desde arriba, y con ello las imposiciones, por un lado, para el pueblo y, por otro,para los militantes y simpatizantes de los partidos.
Esas decisiones e imposiciones cupulares quedaron nuevamente de manifiesto en la designación de quienes serán candidatas y candidatos en el proceso electoral 2024. Las coaliciones y candidaturas comunes han sido un resquicio de la ley para permitir a las dirigencias nacionales obviar los procesos internos democráticos e imponer postulaciones.
A tal grado llega esta posibilidad, legalmente establecida, claro, que ni los periodos de precampañas fueron utilizados para lo que originalmente se pensaron: para la competencia interna entre aspirantes. Así como muchos otros aspectos de las leyes electorales han quedado rebasados, las precampañas también lo fueron.
A cada paso de este proceso electoral, vemos con mayor claridad la imperiosa necesidad de una reforma electoral que dote de una estructura jurídica aplicable, realista, que no sea más que una serie de obstáculos a los que el partido en el poder y sus opositores busquen la forma de darle la vuelta, de no cumplirla, porque en el fondo, el sistema no ha cambiado.
Y para iniciados:
En el reparto de candidaturas del frente opositor fue asignada para el PRI la de la diputación por el 5º distrito federal. Hoy se llevará a cabo el registro como aspirante de Vinicio Limón Rivera, líder de la CTM en Morelos, en las oficinas de la Col. Vista Hermosa, a las diez de la mañana. Vinicio Limón, con la experiencia política que lo caracteriza,tomará la delantera. No tiene nada fácil una contienda en esos doce municipios que comprenden la demarcación con cabecera en Yautepec, pero seguro que por algo lo hace.Nada en política es casualidad.
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