Por «El Gallegoso»
Llegamos a lo impensable: un gobierno que quiere desaparecer a los desaparecidos. Solo en México puede cobrar vida un galimatías de este calibre.
Y es que la renuncia de Karla Quintero como titular de la Comisión Nacional de Búsqueda de personas desaparecidas se da en el marco del nuevo censo de desaparecidos que busca hacer el gobierno federal.
Activistas y defensores de derechos humanos acusaron la pretensión de rasurar el alarmante número de mexicanos evaporados.
Quintana entró en un conflicto con la secretaria de Seguridad y Participación Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, así como con la secretaria del Bienestar, Ariadna Montiel, y el hilo se rompió por la parte más delgada, ya que ambas dependencias quisieron meter las manos para maquillar las cifras oficiales. Quintana fue el rival más débil en la competencia de quedar bien con el mandamás de palacio nacional.
A esta paradoja se suma el misterioso caso de los desaparecidos que fueron a vacunarse contra la Covid-19. O mejor dicho, personas que el gobierno dice que fueron a vacunarse pero que en realidad nadie ha localizado.
El escándalo se ventiló en la prensa cuando la Comisión Nacional de Búsqueda envió listas con los nombres de personas desaparecidas que milagrosamente recibieron inoculación contra el maligno Coronavirus. Así familias que aún buscaban a sus seres queridos haciendo hoyos en la tierra fueron notificados que “sus familiares no estaban desparecidos, pues se habían vacunado”.
Pero resulta que un joven desaparecido en 2013 y localizado sin vida en 2014 aparecía en esas listas de personas vacunadas. Es este tipo de irregularidades las que han sido detectadas y denunciadas por los familiares. En Fresnillo, Zacatecas, por ejemplo se pidió a las autoridades municipales entregar las copias de las CURP ante la ya muy justificada sospecha de que había duplicidad en otros estados.
La oposición acusa que al día de hoy se tiene un registro de terror: 44 mil 90 mexicanos se han esfumado, sin rastro, sin certeza de su paradero. Es un dolor que se repite a lo largo y ancho del país. Vastos territorios donde manda el mal y en donde el gobierno se limita a enviar a siervos de la nación a tocar puertas para intentar construir, como un castillo de naipes, un padrón de fantasmas sobre las lágrimas ajenas.