El presidente Andrés Manuel López Obrador hace cálculos meticulosos para ejecutar uno de los movimientos más estratégicos de su mandato: la consulta ciudadana que busca el aval de la sociedad para investigar y juzgar los crímenes cometidos en gobiernos anteriores.
Los adversarios de MORENA son claros al indicar que este ejercicio no es salvo una simulación, dado que cualquier crimen debería ser castigado sin necesidad de preguntarle a la ciudadanía.
Sin embargo, el ejercicio del próximo 1 de agosto es más que una simulación ideada para distraer. Es en realidad, la salida de MORENA para pactar el transito hacia la consolidación de su hegemonía como fuerza política.
Si en dicha consulta vota el 40% de la lista nominal, será vinculante a los poderes y autoridades correspondientes y comenzará un largo desfile de fiscales especiales y denuncias improcedentes.
Pero esto no es preocupante, dado que difícilmente este número será alcanzado, y lo saben en Palacio. ¿Para qué hacerlo entonces? Simple: legitimar la no acción en contra de quienes tanto vapulea en la arena pública. De ese modo, los pactos necesarios para la consolidación del proyecto llamado MORENA, transitarán sin la sombra de las investigaciones pendientes.
Nadie podrá reclamar a MORENA no actuar en contra de quienes cometieron delitos en las administraciones pasadas. Con esta absolución popular AMLO obtiene el permiso del vulgo para pactar políticamente con quienes hoy no puede. Estos amarres son necesarios para consolidar un proyecto, su verdadero legado: MORENA, el nuevo partido hegemónico en el que las cosas cambian para seguir igual.
