Pocos fueron los mexicanos que participaron en la consulta popular de este domingo, (un 7.7 por ciento, de acuerdo con el sistema de conteo rápido del Instituto Nacional Electoral). Poco entusiasmo por algo que pareciera uno de los reclamos más fervientes de la sociedad: terminar con la impunidad.
Pocas sorpresas también en los resultados, y es que como se advertía, con mucha dificultad se contaría con la participación del 40 por ciento de inscritos en la lista nominal de electores a nivel nacional para ser vinculante, como lo marca la Ley Federal de Consulta Popular.
Casi siete millones de mexicanos votaron por que sí se inicien investigaciones de las decisiones de actores políticos del pasado, pero en realidad se necesita sólo uno para lograr esto, y ese hombre hoy por hoy se llama Andrés Manuel López Obrador. El presidente, de tener voluntad, ya hubiera emprendido una verdadera persecución judicial en contra de quienes delinquieron. Pero no es el caso, a cambio, fuerza a un ejercicio desolado, que nos demuestra que a los mexicanos francamente nos importa poco participar en las decisiones de la administración pública.
Y no es que el pueblo bueno no tenga un repentino desprecio por los ejercicios cívicos, sino que es congruente con las tendencias mundiales de participación. Según datos del International Institute for Democracy and Electoral Assistence, países como Chile o Eslovenia superan el 58 por ciento de abstencionismo electoral, mientras que Suiza supera el 50 por ciento. México tiene un histórico, según el estudio, de poco más del 36 por ciento de abstencionismo.
¿A qué se debe que los ciudadanos no salieran ayer a votar? Simple, no se requiere un estudio muy profundo. Hubo unas elecciones históricas para nombrar a un presidente, y diputados, y senadores, y alcaldes, y cabildos… Los ciudadanos votaron para nombrar representantes que hagan un trabajo, éstos deberían hacer su trabajo. Más allá de la consigna de “la ley no se consulta”, lo obvio no se consulta. El poder se ejerce, no se pone a votación.
Morena y el presidente lo saben, sin embargo, tienen otro interés para no ejercerlo. ¿Pactos? ¿justificar perdones? ¿negociación política? Solo el tiempo, cuando otros sean los que juzguen el pasado, nos lo dirá.