A lo largo de la historia de los movimientos políticos y sociales de izquierda, en el mundo, hemos visto una permanente atomización de grupos, corrientes, facciones o como se quieran denominar. Cuando han logrado llegar al poder, antaño más por la vía armada, revolucionaria, que por la democrática y pacífica, y ahora a través de procesos electorales, han tenido denominadores comunes.
Causas justas contra regímenes opresores, autoritarios y despiadados. Un líder carismático que logre aglutinar las voluntades de los liderazgos menores, mesiánico, convincente, que conecte con el pueblo del que se abandera para luchar contra las oligarquías conservadoras. Pero luego, la otra coincidencia, es el intento de permanencia, de perpetuación en el poder y la traición a los principios que juraron honrar.
Todo por el poder. Un claro ejercicio de la política real de la que hablaba Maquiavelo, aunque ya no de príncipes que desean dar continuidad a sus dinastías, sino de grupos que explotan los planteamientos ideológicos para ganarse el respaldo popular. Ah y, claro, hacer politiquería.
El cuento de que ahora sí habrá un cambio verdadero puede que funcione durante algún tiempo. Sin embargo, la sociedadya no tiene los niveles de tolerancia que se vivieron el siglo pasado, al ver que resultan iguales o peores que los anteriores, además de ya ser posible expulsarlos con el ejercicio del voto democrático, de los plebiscitos o lasmociones de censura, dependiendo del país de que se trate.
En el caso mexicano, el presidente Andrés Manuel López Obrador apuesta por la continuidad de su proyecto político personal, haciendo creer al pueblo que si no continúa su partido en el poder los que vengan echarían atrás los programas sociales, que son la base de su clientela electoral.Y eso no es cierto, ningún gobierno, por más de derecha que sea, se atrevería a eliminar los programas que alivian la pobreza, aunque no terminen con ella.
Esos programas no son nuevos y tampoco son repudiados en los países donde se han instrumentado. Todo lo contrario, la sociedad aboga por su permanencia, porque el Estado de Bienestar ha sido exitoso donde quiera que sea ha instalado. Eso sí, bien hecho, bien financiado, logrando sacar de la pobreza al pueblo, a través de desarrollo y crecimiento, que involucran temas torales como la educación, la ciencia, la tecnología, el emprendimiento y demás.
Pero en México no ha sido así. Los programas sociales del gobierno de López Obrador son una pálida y mala copia de aquellos en otras latitudes que sí han elevado la calidad de vida de la gente. Yo sostengo que la ruta del Estado de Bienestar es la correcta, pero no simulada, sino real. De aplicación del Estado de derecho y no su ajuste a conveniencia del gobierno en turno. De la efectiva división de poderes y no del sometimiento a la voluntad del líder máximo.
Hacer que el pueblo crea que sólo Andrés Manuel tiene la razón es muy peligroso para la democracia. Polarizar y enfrentar a quienes deberían trabajar en conjunto para sacar un proyecto de nación adelante, no puede tener otro desenlace que el conflicto social. Conflicto que ya tenemos, provocado por el propio presidente. No es concebible un líder que se dice demócrata, cuando apuesta a la separación y el encono, para conservar el poder. Así como López Obrador ha mentido sobre casi todo lo que dijo cuando candidato, no sorprendería que todo aquello respecto a que ya se va a retirar y entregará la estafeta, también sea falso. Yo espero que, al menos en eso, no nos haya mentido también.
Y para iniciados
Por favor, que alguien le enseñe a López Obrador cuáles son las leyes y los procedimientos en materia electoral. Se quejó de que a él lo sancionan y le imponen medidas cautelares y a los otros no. Debería saber que las autoridades electorales no tienen facultades para actuar de oficio y que si quiere interponer algún tipo de impugnación o denuncia está en todo su derecho de hacerlo. Pero no lo hace, actúa mediáticamente y al margen de la ley. Y así, pues, ni para dónde hacerse. Lo suyo no es la ley, sino la grilla, la politiquería, como él mismo dice.
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