Hace algunos días, Mario Delgado, presidente nacional de Morena, el partido político de Andrés Manuel López Obrador declaró que para llenar los zapatos del hoy mandatario tendrían que estar juntos y unidos todos los morenistas. Y no le falta razón.
Es más, incluso antes de si llegaran a ganar la presidencia nuevamente, en el proceso electoral, confrontados y divididos, los morenistas no podrían llenar lo que yo llamaría los “zapatos electorales” de Andrés Manuel.
Todo, en Morena, en la autodenominada cuarta transformación, en el ejercicio de gobierno, a través de las mañaneras, gira alrededor de López Obrador.
Él es el centro inocultable e imprescindible. Por más que su discurso cotidiano, repetitivo, incluya la democracia, la libertad de expresión, la tolerancia con quienes disienten, sus contradicciones son mayores, sus hechos lo desmienten y él mismo se sobrepone a todos los demás.
Todo va bien mientras no lo contradigan, no lo exhiban, no toquen a sus consentidos, no lo cuestionen. Si eso sucede, interrumpe y lanza unos cuantos “No, no, no, no, no. No somos iguales”.
Los secretarios de Estado tienen que estar pendientes de las mañaneras porque ahí da las instrucciones, los aspirantes a cualquier cargo o puesto también, porque ahí tira la línea.
Si se descuidan puede pasar lo de Adán Augusto López Hernández, titular de la Secretaría de Gobernación, el día de ayer en Veracruz, cuando preguntaron los reporteros sobre el caso del plagio de la tesis de la ministra de la Suprema Corte, Yasmín Esquivel, y contradijo al presidente, seguramente porque no estaba enterado del compromiso que hizo su jefe de dar respuesta el próximo lunes.
El presidente nunca ha dejado de estar en campaña electoral. Durante su gobierno, todos los días lo ha estado haciendo. Su plan de reforma electoral, todavía el plan B en proceso y en vilo, además de destruir, someter o debilitar al INE tiene la pretensión de evadir o, al menos, disminuir las sanciones a las que estará expuesto por violar las leyes electorales, cuya función es procurar la equidad en la competencia política.
La tónica del ataque a sus adversarios, de agresiones y señalamientos calumniosos, al igual que su bandera de la lucha por los pobres, no es por convicciones ni principios, la realidad es que es una estrategia política para mantener el apoyo popular, a fin de que defiendan su proyecto y voten por los candidatos de su partido.
Si de verdad el pueblo está cada vez más politizado y enterado, se dará cuenta en algún momento de cómo lo están manipulando y usando, así como que, sin López Obrador, Morena, se desmorona.
Tiene razón Mario Delgado, no pueden llenar los “zapatos electorales” de Andrés Manuel. Legalmente está impedido para intervenir e influir en los siguientes procesos electorales, pero no tengo duda de que lo hará, porque sin él, Morena no gana.
Y para iniciados
En el momento en que Cuauhtémoc Blanco defina públicamente si va o no a buscar otro cargo de elección popular o bien la dirección técnica de la selección nacional, o del América, comenzarán a hacerse realidad sus peores pesadillas políticas. La lucha por el poder, las ambiciones personales y de los grupos políticos, habrán de enfocarse en lo suyo, en lo local, y no en el proyecto del “Cuau”.
La peor parte del poder se vive cuando se va dejando de tener. Coloquialmente, digamos, cuando ya los chivos se saltan las trancas. Y vaya que hay bastantes chivos ya listos para comenzar a saltar. Quizá por eso, si ya se dio cuenta, es que ha estado más activo que antes y parece que, luego de la salida de José Manuel Sanz Rivera, él es quien toma las decisiones. Nada más que tarde, pues ya entró al ocaso de su mandato.
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